lunes, 11 de mayo de 2009

TRABAJO SOBRE EL ARTICULO "EL PRECIO DE ENCAJAR ( continuación del posteo anterior).

En la nota que precede a este informe “ El precio de encajar” que salió publicada en el suplemento “LAS 12” del diario Página 12 se da cuenta de una situación actual, reciente, que está en cualquier charla de café, en cualquier debate público, en cualquier “lectura de la realidad”, en cualquier foro Donde participan opinologos, en cualquier discusión de domingo tras el almuerzo familiar, ese que busca establecer tradiciones a los nuevos integrantes de la “gran familia”, buscando resistir a los cambios que se fueron viviendo en el mundo y justificando dicha resistencia en frases como “hoy ya no hay familia y por eso están así las cosas”, o “los jóvenes hacen lo que quieren porque no hay familia, no hay contención” es decir no hay control que asegure la fijación de un mundo o su cambio ordenado. Esta situación se amplifica en los medios masivos de comunicación y por supuesto el ámbito académico también da cuenta de ella. Es decir, una situación que escapa a “lo normal”, que resulta inmoral para sectores reaccionarios, paladines del status quo, que resulta incomoda para los que llevan las riendas del país, que resulta noticia, rating y lucro para los formadores de opinión, que resulta tremendamente contradictoria con el “ideal democrático” ( como resultan también niños que se mueren de hambre, chicos recogiendo basura, villas y barrios privados unas al lado de otros y así podríamos seguir), situación que resulta extraña para los abuelos, temerosa y angustiante para los padres y angustiante y hostil para los propios jóvenes ( que a pesar de eso, como veremos, la viven como un hecho normal, natural, típico de un mundo que “es así”, que “no lo elegí” y que “YO no puedo cambiar”) y que ha ido ganando espacios dentro del “espacio publico” ya que escapa del molde, de “lo normal”, de lo cotidiano y sobre todo, porque es un evento realmente novedoso que todavía no es posible anclarlo ( en el sentido de incorporarlo a nuestra realidad social familiar a través de su integración a una red de categorías e imágenes predeterminadas, convirtiendo lo extraño, lo desviado , en familiar y dotándolo de significado) y que viene a distorsionar, a trastocar un orden, un todo homogéneo, unificado y totalizante molestando las propias bases del sentido común con el cual “interpretamos” la realidad. Este artículo expone la situación a través del comentario de profesionales abriendo espacios para profundizar la indagación de dicha situación “anómala” para el sentido común y dejando abiertos varios interrogantes. De cualquier forma, resulta sorprendente (por lo menos para quien escribe) la poca capacidad analítica no solo de los propios chicos, como se lamenta Néstor Abramovich en el articulo, sino de los principales formadores de opinión y de quienes reproducen esa serie de discursos simplificadores y legitimadores para dar cuenta de dichas transformaciones sociales. Llama poderosamente la atención y mucho mas la curiosidad, la relacion inversa que se está generando entre el grado de “masificacion” del debate sobre este tema y el grado de profundidad que dicho debate está teniendo. Quizás tenga mucho que ver como encaran los medios de comunicación a las diferentes problemáticas que no terminan de encajar, generando una relacion simplista de causa-efecto, generando una distorsión de la realidad, sesgándola, transformándola, manipulándola, según su conveniencia y planteándolas en términos individualistas, o sea no dando cuenta de la compleja situación social en cuanto a su aspecto estructural, del grado de descomposición del tejido social, de la fragmentación en la propia articulación de la sociedad, es decir planteándola en los términos en que la sociedad esta repensando las diferentes problemáticas que la afectan y en los mismos términos en que plantean las soluciones. También debe tener que ver (y bastante) la falta de la contrapartida que debe tener todo sistema democrático que se precie de tal: la ciudadanía, entendida no solo como el cumplimiento de una serie de derechos y obligaciones sino, sobre todo, como la articulación de las dos caras de esta misma moneda: la libertad y la igualdad, que durante el siglo XX se pensaron como mutuamente excluyentes como lo repiten la serie de discursos mistificadores que circulan atravesando a la sociedad. No se puede pensar en términos de libertad, sino se plantean la igualdad de oportunidades materiales y simbólicas que acaben con el sojusgamiento de la gran mayoría (cada vez mayor) por una minoría (cada vez menor) y que brinden al conjunto de la ciudadanía las herramientas criticas y reflexivas para crear y al mismo tiempo crearse como humanos en un mundo humano. Siguiendo a Castoriadis podemos decir que el hombre crea y en ese crear se autocrea posibilitando de esta manera el surgimiento de nuevos posibles que realimentan dicho proceso. Esta carencia de ciudadanía no se explica solo en términos económicos o materiales sino que hay un proceso de descomposición social que se profundizó en la década del 90 (y aún hoy persisten resabios) y que explican en gran medida la apatía política, el individualismo, el consumismo excesivo como “forma de vida” y por ende, pensando en estos términos, la incapacidad de readaptar los “lentes para ver la realidad”, a una realidad dinámica, vertiginosa y sobre todo compleja y convulsionada. Esta suerte de principio de visión y di-visión donde la problemática, los “porque” de la misma y sus posibles soluciones se piensan en términos de individuos llevan a mistificar el mundo en el que viven, sus relaciones y lo que estos individuos son, dando respuestas inacabadas, que hacen “agua” por todos lados y generando heridas que molestan y mucho al sentido común que no termina de dar cuenta en cuanto producción de significado legitimado y común a todos, de dichas nuevas problemáticas. En este sentido, creo que se esta operando una suerte de suturas en el tejido social, se están recomponiendo los espacios de discusión, de debate, se esta recomponiendo la esfera de lo publico y se están reformulando las categorías en que se basan las construcciones simbólicas de sentido en las que se fundan la propia configuración de las subjetividades, buscando readecuarse a una realidad dinámica y cambiante que no es explicada por las construcciones simbólicas tradicionales y que por ende existen, dañan, pero no pueden ser nombradas. Prueba de ello, es la existencia misma de este suplemento dedicado a una serie de problemáticas determinadas y que era impensado hace décadas, es decir existía una imposibilidad real de pensar un suplemento asi, porque existía la imposibilidad real de ver estas problemáticas que atañen específicamente a la configuración de géneros y las relaciones entre ellos, condicionada sociohistoricamente y fundada en imaginarios sociales ( constructos de sentido que dan significado, ordenan y legitiman la realidad social, unificándola y totalizándola, permitiendo asi interpretarla por medio del significado, es decir de la construcción simbólica). La configuración de géneros tradicional, estereotipada, y las relaciones entre ambos esta fundamentada ( como sostiene Ana María Fernández) en categorías que abren identidades y no diferencias, ordenando ( a través de estos imaginarios que unifican y totalizan la realidad, dotándola de significado) excluyendo la diferencia, jerarquizando a través de la misma, inferiorizando la otredad , disciplinando y estableciendo los lugares de los actores de las desigualdades y su subordinación en los espacios sociales que la violencia ( física o simbólica, visible o no) intituye, lo que plantea la perdida del juego dialéctico entre identidad y diferencia y el surgimiento de la “episteme de lo mismo”. Así dichos imaginarios sociales entendidos como construcciones simbólicas que ordenan, legitiman, construyen identidades, construyen subjetividades determinadas entendiendo a estas en cuanto modos de ser, de hacer, de pensar, de percibir la realidad y a los otros que la componen, “leyéndola”, interpretarla de un modo determinado, abren la posibilidad de producir la identidad, entendiéndola como lo incluido, lo visible, lo positivo y “la diferencia” entendiéndola como lo excluido, lo marginado, lo invisible, lo negativo, es lo “otro” que molesta, donde la realidad se ordena, se organiza ( dotada de significado) en términos de identidad y donde lo invisible solo aparece como lo diferente estigmatizado, como diferencia, como otredad interiorizada. Es decir siguiendo a Bourdieu podemos pensarlas como construcciones de visión y di-visión al tiempo que justamente en este mismo proceso opera otro que lo complementa necesariamente, el proceso de ocultamiento, de invisibilizacion, de exclusión de lo otro, de lo diferente, de la otredad, conformando un proceso de construcción de identidades, dotadas de significado que ordenan la realidad y legitiman como sostuve antes dicho orden.
De esta manera los imaginarios sociales son una de las fuerzas reguladoras de la vida social. Indican a los sujetos ( siguiendo a Foucault podemos pensar a los sujetos en un doble sentido, en cuanto a sujetos a otros sujetos en relaciones jerarquizadas y sujetos a su propia identidad y ambas dimensiones íntimamente imbrincadas) su pertenencia a una misma sociedad, definen los modos de relacion que establecen con ella, los espacios públicos y privados que cada construcción de subjetividad debe y puede ocupar, etc.
Es un lugar central donde se formula y reformula la realidad, de modo tal que es el lugar de los conflictos sociales y una de las cuestiones mismas que están en juego en esos conflictos.
La potencia unificadora de los imaginarios sociales está asegurada por la fusión entre verdad y normatividad, entre información y valores o sea entre lo social y lo cultural, entre el poder y el sentido, fusión operada por la simbolización.
Por ultimo con respecto a los imaginarios es necesario agregar que su impacto sobre las mentalidades individuales depende en gran medida de su difusión, de los circuitos y de los medios, es por eso que hay que destacar de modo crítico el papel desempeñado por los medios masivos de comunicación.
Ahora bien, a partir de la década del 50, han operado en las relaciones entre géneros una serie de modificaciones que llevaron a la crisis de hegemonía de los imaginarios sociales en que se fundaban estas relaciones asimétricas y al surgimiento de nuevos imaginarios sociales (entendidos como construcciones histórico socialmente determinadas) que entran en lucha simbólica (e incluso física) por imponerse como hegemónicos.
Unos buscan recuperar el poder ordenador “perdido” y los otros buscan reordenar de otra forma, visibilizando lo que los otros invisibilizaban.
Estas modificaciones que se dieron a partir de 1950 fueron dejando visibles la discriminación y desnaturalizando las prácticas, trastornando el conjunto de significaciones imaginarias sociales que legitimaron la organización de un orden basado en la desigualdad de géneros, sistema que presenta soportes narrativos para legitimar dicho ordenamiento. Estos soportes narrativos descriptos por Ana Maria Fernández son básicamente tres: el esencialismo, el biologicismo y el naturalismo. El primero atribuye características esenciales a cada género, el segundo atribuye los lugares sociales y los posicionamientos subjetivos de hombres y mujeres a través de la división de funciones en la reproducción sexual.
Por ultimo la tercera opera legitimando la forma en que se visibiliza este ordenamiento simbólico, donde las funciones biológicas deben ser su realización como genero, dotando de una esencia eterna e inmutable a uno y otro genero.
Así como podemos observar, este orden se basa en imaginarios sociales a partir de los cuales se construye y legitima la ilusión de “la mujer”, “lo femenino”.
Ahora bien, cuando la constante dinámica de la realidad social no encuentra su correlato en las construcciones de sentido que le dan significado, orden y legitimidad, se producen “crisis de sentido”. Cuando las modificaciones estructurales empiezan a fragmentar el orden que esos imaginarios sociales tradicionales fundaban, comienzan a surgir conflictos y la necesidad de reformular dichas construcciones simbólicas, es decir, como diría mi abuelo, “empezar a llamar a las cosas por su nombre”
La realidad constantemente se modifica y van surgiendo nuevos objetos y eventos que resultan extraños, desconocidos y que deben ser integrados a la realidad social familiar.
Es aquí donde es necesario dar cuenta del concepto de representaciones sociales en cuanto constructor de sentido cuya producción y uso permiten a los individuos enfrentar el miedo, la angustia, la tensión, la incertidumbre, los aspectos desconocidos de la realidad. Como vemos, no son construcciones racionales sino que movilizan emociones y no lo hacen sobre cualquier objeto o evento, sino sobre aquellos que problematizan la situación ordenada, que no encajan en la construcción de sentido que ordena la realidad, es decir aquellas apariciones que vienen a trastornar el orden legitimo, a dislocar dicha realidad ordenada y que nos es familiar.
Tienen un origen social ya que se construyen en los procesos de interacción y comunicación. Circulan vertiginosamente mediante las conversaciones, los medios de comunicación y se cristalizan en conductas y practicas.
Estas representaciones son compartidas por grupos sociales pero no son homogéneas en toda la sociedad, es decir responden a escalas de valores propias de los diferentes grupos sociales (que muchas veces asumen posiciones antagónicas, contradictorias que llevan a conflictos simbólicos en el orden de estas representaciones que se dirimen en la lucha física y/o simbólica que se explicitan en las diversas relaciones de poder).
Las representaciones sociales se adaptan a la complejidad y dinámica de la realidad social “normalizando” las situaciones en donde algún objeto o evento extraño trastorna el orden, lo hacen operando un proceso de simplificación de lo complejo en base a dos operaciones básicas: anclaje y objetivación.
Con respecto al proceso de anclaje, podemos decir que permite que los objetos y eventos de la realidad que se presentan como extraños, ajenos hostiles se incorporen a nuestra realidad social al relacionarlos e integrarlos a una red de categorías e imágenes predeterminadas, así lo que es extraño se convierte en familiar y adquiere significado. El proceso de anclaje no ocurre en la mente de los individuos aislados sino que es un evento público y los grupos crean las representaciones en las conversaciones y en las interacciones sociales, volviéndose progresivamente familiar y lleno de significado.
Con respecto al proceso de objetivación, es el proceso a través del cual los conceptos abstractos, relaciones o atributos son transformados en imágenes concretas o cosas. Se retienen y se seleccionan elementos, ideas o conceptos del contexto conceptual científico o ideológico el cual le da un significado total y luego se reorganiza libremente transformándolo en una imagen concreta.
El concepto es transformado en una estructura imagen denominada núcleo figurativo que reproduce la estructura conceptual de modo visible. Una vez que el grupo tiene esta estructura imagen puede referirse mas fácilmente (y por ende hablar) sobre lo que ese modelo representa. En una segunda etapa de objetivación, el modelo es totalmente naturalizado, este modelo ya no es visto como una construcción de nuestro pensamiento de modo social sino que adquiere una existencia autónoma, el modelo, así, adquiere existencia física y la autoridad de un hecho natural.
Una vez desarrolladas brevemente las definiciones de imaginarios sociales y representaciones sociales, podemos empezar a intentar dar cuenta de los porque de esta situación inscripta en una realidad compleja y que escapa al sistema de significados que permiten ordenar y familiarizar dicha realidad. Así podemos observar como esta situación molesta, desconocida, que es extraña para abuelos, temerosa para padres y angustiante para los mismos jóvenes (protagonistas en la problemática de géneros que se plantea en esta nota) comienza a circular, a debatirse en el espacio publico, a buscar ser reformulada, anclada y de esa manera integrada a la realidad social dotada de significado, es decir ordenada. Son estas “crisis de sentido” las que posibilitan la visibilizacion de problemáticas que comienzan a hacer trastabillar el orden, que comienzan a complicar a las construcciones de sentido, demandando una reconfiguracion donde lo nuevo se incorpora reformulando lo viejo.
En este caso lo viejo es la rivalidad entre mujeres, que antes quedaban dirimidas en la mayoría de los casos puertas adentro, es decir en la esfera privada que le era propia a “la mujer” en cuanto a la configuración de “lo femenino” basada en los soportes narrativos antes mencionados, pero que problematizan la situación, la tensionan a través de un evento novedoso: Hacer publicas las formas de dirimir dichas rivalidades, es decir visibilizarlas en el terreno que antes era propio del genero masculino y pasando a la acción directa, sin mediación del lenguaje, algo que también era propio del estereotipo masculino ( recordemos la típica escena de los dos cowboys enfrentados en la calle principal del pueblo, defendiendo su honor, lo que podemos traducir como defendiendo su hombría, de modo publico con toda la gente observando expectante). Realmente si uno repasa las formas de solucionar los conflictos que son típicas del genero masculino, encontraremos similitudes tremendas con respecto a como se dirimió el conflicto en el caso de la nota del suplemento “Las 12”. De hecho si uno sigue los discursos que van circulando por la sociedad, intentando dotar de sentido esta “nueva realidad” encontraremos que una de las criticas mas fuertes que se realizan es justamente a la “mimetizacion” de la “nueva” forma de solucionar los conflictos femeninos ( nueva en el sentido de que se hace, ahora si, claramente visible) con respecto a las estructuras simbólicas tradicionales en que se sustentaban la visión de lo masculino.
Como bien sostiene Maria Alicia Gutiérrez en la nota: “Entre las perdidas que padecimos socialmente hay una dificultad de acceso a la palabra: es decir, algo que no puede ser dicho o que del modo que es dicho no puede ser escuchado”, produciendo esta situación nueva y compleja. Hay algo que carece de significado y ante la ausencia del elemento integrador la única forma de resolver esto es poniendo el cuerpo, “a las piñas”. En este punto me gustaría volver sobre el comienzo de este trabajo para resaltar la cuestión de la democracia cuando carece de su otra cara, su contrapartida, la ciudadanía y cuando carece de los medios necesarios para construir desde la esfera de lo público, desde la política. No es casualidad que en una sociedad fragmentada, atravesada por un grado de apatía y pasividad (diría yo inaudito) y por un individualismo que fue resultado y condición a la vez de este proceso de desintegración social, ocurran formas de resolución de este estilo, el “sálvese quien pueda” está entonces, a la orden del día. Como sostiene Abramovich en la nota “una cosa que se instala en la televisión es la posibilidad de hacerte un lugar a pesar de los otros; no hay modelos de construcción colectiva, está instalada la competencia y Gran Hermano es el modelo mas acabado de esto”.
Es decir en esta sociedad fragmentada atravesada por la competencia entre individuos, donde no se observa en el otro un semejante o un “par” ( en el sentido de un ciudadano libre y con igualdad de oportunidades materiales y simbólicas) sino un “otro” competidor y hostil y donde encima los medios de comunicación masivos reproducen, fomentando y amplificando este imaginario social en el que se funda la sociedad hoy día, es “lógico” que las soluciones vengan por la imposición y la violencia simbólica o incluso física ( a esta chica le rompieron la nariz y el cráneo) a través de la imbrincada y compleja relacion que se establece entre las relaciones de sentido y las relaciones de poder, poder que para mantenerse debe legitimarse a través de las construcciones de sentido aludidas anteriormente, pero cuando hay un proceso de reformulación de los imaginarios que sustentan nuestra vida, cuando surgen problemáticas y ninguna construcción de significado termina por integrarla a la realidad familiar, cuando no se generan instancias de producción colectiva porque reina el individualismo exacerbado y competitivo que lleva a ver a los otros como extraños y rivales actúa por la única forma que le queda: haciéndose visible en el acto de la imposición ( ya no solo simbólica sino además física) que esta íntimamente relacionado con el acto de discriminación en el que se resalta la diferencia estigmatizada.
Esta situación no resignificada o cuya significación aun no encuentra el consenso necesario, es decir sigue siendo reformulada, lleva a operar el proceso de construcción de identidad en base a una diferenciación jerarquizante, estigmatizante e inferiorizante del otro, que está tan actualizada en frase como “ o estas conmigo o con el otro”, descalificando al otro extraño y hostil a través del ejercicio de la violencia simbólica sobre la propia configuración de su subjetividad, resaltando aspectos que exacerban dicho proceso de diferenciación, mediante caracterizaciones del otro que como mencione recién inferiorizan. Asi encontramos todo tipo de justificaciones, que permiten convertir esa situación extraña ( dotándola de sentido) en parte integrante de la realidad social familiar, lo que permite además la comunicación entre pares que “pertenecen” en cuanto comparten una carga de significados comunes, permitiendo esto, a su vez, la formulación, consolidación y diferenciación de grupos sociales, donde opera el proceso de construcción de la identidad a partir de excluir estigmatizando negativamente “la diferencia” ( que no es una sola, única y totalizada, sino un conjunto de diferencias en el que se opera un proceso de simplificación en cuanto “objeto” extraño que es insertado en la realidad social como lo “otro” invisible, desfavorecido jerárquicamente), lo que permite, a su vez, orientar y organizar acciones sociales y finalmente justificar dichos modos de hacer o de pensar ( dichas construcciones subjetivas).
Esto lo podemos observar cotidianamente caminando por la calle, leyendo cualquier diario, escuchando cualquier radio o canal de televisión, observando las confrontaciones dominicales ( y porque no las de los viernes y sábados también) entre las hinchadas de fútbol y en la propia confrontación entre jóvenes que buscan caracterizar a los otros extraños, para consolidar el grupo de los pares, para generar la identidad en base a las diferencias de los “otros”, para llevar adelante acciones sociales y finalmente justificarlas con frases como “ son todos putos”, “son chetos”, “ que le vas a hacer, son negros cabezas” o en el caso que nos atañe, la resolución violenta de los conflictos entre integrantes del genero femenino “le pegaron porque es linda” o “porque era una roba novios” ( por no usar los términos precisos) según del lado en que se visibilice la cuestión. También lo podemos observar claramente en el nuevo clásico que se adueño de buena parte de las tardes de estas adolescentes: Patito feo con su distinción tajante “las populares vs. las divinas” ( vaya ejemplo, si uno piensa los conceptos desarrollados anteriormente con respecto a este caso, puede dar cuenta de la influencia y del efecto multiplicador que tienen los medios de comunicación), producto cuando no, del inefable Marcelo Hugo, que es Tinelli.
Por ultimo, para finalizar este intento de aproximación al fenómeno social expuesto en la nota a la que hace referencia este trabajo, hay que dar cuenta de un fenómeno más que permite explicitar las construcciones de imaginarios en cuanto procesos histórico sociales y la configuración de una subjetividad determinada en base a dichos imaginarios sociales.
Los jóvenes vienen a un mundo que los trasciende, “es así”, les vino dado y al cual deben adaptarse. Adaptación en cuanto integración a ese mundo que es necesario conocer, interpretar y adaptación con respecto a los otros con los que interactúa.
Para este caso, voy a utilizar el concepto de “matriz de aprendizaje” desarrollado por Ana Quiroga, con el fin de dar cuenta sobre como se insertan las subjetividades en esta realidad social a la que “son lanzados”.
Entiendo a la matriz de aprendizaje como la organización personal y social construida comunicacionalmente, ordenando y articulando una realidad compleja y múltiple. Determina la capacidad de aprender, si bien hay una experiencia fundante con el grupo primario que definitivamente deja marcas, esta organización va mutando, es dinámica, pero siempre teniendo en cuenta la experiencia impactante para el nuevo sujeto. Estas matrices de aprendizaje están sustentadas en imaginarios sociales que operan como referencias, así la construcción de sentido y el aprendizaje de este van de la mano, de modo dinámico. A través de las matrices de aprendizaje se configuran identidad, lugares de pertenencia, se configuran los géneros (en cuanto dichas matrices están estructuradas por la experiencia familiar que las funda, como también por las representaciones sociales que organizan la realidad en la que se insertan, de modo que aprendemos un mundo que “es así”, es decir se nos enseña como debemos ver el mundo, como interpretarlo a través de un aprendizaje cognitivo y afectivo). Es tremendamente importante destacar la dimensión afectiva de este proceso, ya que el sujeto no es una entidad cartesiana y la realidad social no se puede explicar de modo acabado en términos de racionalidad, es decir, no es un sujeto cartesiano sino que tiene una carga libidinal, una carga amorosa que entra en juego permanentemente. Es por eso, que no significamos cualquier objeto sino solo aquellos que nos son pertinentes y que debemos integrar a nuestra totalidad, como proceso de construcción de sentido del ser humano en cuanto tripartito: compuesto por la dimensión biológica, la dimensión psíquica y la dimensión histórica social. Construcción de sentido que permite dar cuenta de dicha realidad. El hombre busca entender el medio en el que se inserta, busca el sentido y es por eso que lo crea.
Somos sujetos, vamos aprendiendo la realidad al tiempo que en la interacción con el mundo, la transformamos o tenemos la posibilidad de hacerlo. Las matrices de aprendizaje nos permiten justamente
configurar nuestra subjetividad y vincularnos con la vida social dialécticamente: aprender la realidad y a la vez la capacidad de transformarla.
El aprendizaje es el proceso por el cual se incorporan una cantidad enorme de elementos culturales. Incluso antes de nacer hay marcas culturales que nos anteceden. De todo esto surge una pregunta: ¿Por que nos insertamos en este mundo?, ¿Por que buscamos conocerlo, interpretarlo, dominarlo?, la respuesta es lisa y llanamente, porque somos sujetos de necesidad, necesitamos satisfacer esas necesidades y para eso necesitamos conocerlas, dominarlas e interpretar de modo correcto el entorno en el que nos desarrollamos.

Ahora bien, una vez desarrollado dicho concepto, nos son todavía mas claros los porque de la creciente ola de violencia juvenil que vienen siendo cada vez mas noticia, transformándose en una situación problemática que es mediatizada con el fin de resolverla. Estos chicos nacen y son socializados en un mundo que “les es dado”, que los trasciende y que deben en principio “imitar” para aprender los modos de ser, de sentir, de pensar, de hacer, es decir para construir su subjetividad. En este sentido, los jóvenes no son el mero reflejo de la violencia que reina en nuestra sociedad, de la intolerancia que se torna evidente en cada acto cotidiano, de la discriminación que se hace cada vez mas visible pero que continua justificándose aunque sea injustificable, sino que son actores sociales que crean un mundo humano con las herramientas que le han sido dadas, que han “aprehendido” a través de dicha matriz de aprendizaje y con las que al tiempo que crean, se crean a si mismos. Es decir, todo proceso de construcción de la subjetividad se ancla en imaginarios sociales y se determinan en cuanto construcciones histórico socialmente determinadas.
La cuestión empieza a “hacerse visible” y surgen una multiplicidad de preguntas que deben ser debatidas y cuyas soluciones deben salir del consenso producido por una verdadera democracia con ciudadanos con conciencia critica y reflexiva que tengan las herramientas para desarrollar la capacidad creadora que tienen los hombres, o sea la capacidad de crear un mundo y a su vez crearse a ellos mismos reformulando las construcciones simbólicas en las que nos hemos estado apoyando durante el siglo XX, reconciliando las dos caras de la democracia como partes de una misma cosa, como elementos que necesariamente para existir deben complementarse, como un par en el que uno no existe sin el otro, me refiero a los idearios de libertad e igualdad, desarrollando una relectura de las diferencias desde su positividad, como sostiene Ana Maria Fernández “reconstruyendo , desencializando dichas diferencias inscribiéndolas en los procesos histórico políticos que las posibilitaron, reconstruyendo las alteridades y por ultimo articulando la pluralidad de idénticos pensando dichas diferencias y no “la diferencia”. Se debe tener sumamente en cuenta la estrecha “interacción” que hay entre imaginarios sociales, regimenes de verdad y relaciones de poder, como se anudan y desanudan formulando y reformulando permanentemente diversos reciclajes de la construcción y la relacion de subordinación de genero.”
Es decir solo es posible resolver esta situación problemática especifica si se resuelven las contradicciones que se anudan en la base de los imaginarios sociales que nos determinan y si los reformulamos buscando construir una “verdadera democracia” en la cual defendamos la igualdad, cuando la diferencia nos inferioriza y defendamos la diferencia cuando la igualdad nos descaracteriza.

4 comentarios:

  1. Excelente el escrito, aunque un poco largo (y desorganizado, y "compacto"... :P)
    Lo que no me queda del todo claro es qué de todo esto te parece propio de la adolescencia y explicativo de los fenómenos que dan origen a la nota que tomás como disparador, porque me parece que la mayoría de las cuestiones de las que hablás atraviesan a la sociedad toda sin distinción etárea.

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  2. es que los mecanismos de produccion de subjetividades atraviesan a toda la sociedad sin distincion etarea.
    En el caso de los adolescentes lo que se resalta como "especifico" ( aunque se lo ve en otros ambitos ) es la resolucion de los conflictos a traves de la violencia. Es la violencia la forma legitima de resolver un problema ante la incapacidad de dialogo.
    Es cierto que esto se ve en todos los ambitos y es cierto que justamente por darse entre adultos y adultos "exitosos" o que son modelos a seguir los chicos lo reproducen pero ya cristalizando formas "naturalizadas " de resolver eso.
    saludos.

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  3. Entonces coincidimos en esto: violencia y desvalorización de la palabra (dos caras de la misma moneda) son fenómenos que no caracterizan a la adolescencia, solamente, sino a la sociedad toda, y esto más allá del dato obvio de que las adolescencias tienen la forma que los grupos sociales en el que se manifiestan les imprimen.

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  4. si, definitivamente coincidimos en eso. Esta mencionado al final del trabajo, los chicos vienen a un mundo que esta previamente construido y resuelven sus conflictos en gran parte con los mecanismos de resolucion que imperan en el mundo adulto.

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